Cámara | Canon EOS 7D |
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Exposición | 0,01 sec (1/100) |
Aperture | f/10.0 |
Lente | 10 mm |
Velocidad ISO | 100 |
Tendencia de exposición | 0 EV |
La Iglesuela del Cid es una localidad y municipio de la provincia de
Teruel, Aragón, España.
Fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1982.Se encuentra en la
comarca del Maestrazgo.Situada al pie de uno de los múltiples morrones
que jalonan esta comarca, su población se encuentra atravesada por dos
riachuelos que la dividen en dos partes, uno central y dos laterales;
en el central se encuentran enclavados los edificios más importantes
de la villa, tiene forma de triángulo y es el que estuvo amurallado,
con sus cinco portales de acceso constituyendo así lo que fue la villa
medieval.De su arqueología se deduce que los primeros pobladores
procedían de la Edad de Bronce. Se han hallado restos de murallas,
mosaicos, medallas, monedas íberas y romanas, trozos de ánfora y
sepulcros. Además de un megalito simple encontrado en las
inmediaciones de la ermita. Todos estos yacimientos revelan la
destrucción de alguna ciudad antigua. En el siglo XII, en tiempos de
la reconquista, esta villa se encomienda a los templarios, formando
parte de la que fue la Baylía de Cantavieja.
En 1242 se le concede a la Iglesuela la Carta Puebla, a partir de la
cual se consolida el nucleo de población, posiblemente con el
asentamiento de los templarios, originándose así el primer recinto
amurallado. A juzgar por los testimonios existentes, tuvo su momento
de esplendor entre los siglos XVI y XVII, prueba de ello son los
grandes edificios de la población.
Ya en el siglo XIX, el Maestrazgo se convierte en uno de los
principales escenarios de las guerras carlistas, durante las cuales
cobra fama por estas tierras el General conocido como el “Tigre del
Maestrazgo”, quien llega a liderar el ejército de Aragón. La Iglesuela
del Cid, como lugar fronterizo que es y debido principalmente a su
orografía, ha sido duramente castigada por las guerras que se han
sucedido a lo largo de la historia. Paseando por las calles del casco
antiguo, declarado conjunto histórico artístico, pueden apreciarse las
huellas de un pasado floreciente en forma de edificios y
construcciones cargadas de historia, siglos y tradición. Las calles
vienen a ser como un museo al aire libre, un completo catálogo de
testimonios históricos. Entrando por la calle San Pablo, a mano
derecha, se encuentra el arco que conduce a la Plaza de la Iglesia, de
pequeñas dimensiones, cuadrada y muy cerrada, queda atravesada por una
sola circulación: calle Ondevilla y pórtico del Ayuntamiento.
Interesantes son las distintas edificaciones entre las cuales destaca
por su situación la iglesia. El templo actual es el resultado de
varias ampliaciones, la última del siglo XVIII, de este siglo parece
ser la torre de tres cuerpos, el último octogonal con un vado a cada
lado, toda ella en piedra de sillería. Adosado a la iglesia
encontramos un interesante conjunto arquitectónico, seguramente
remodelación de un edificio antiguo, convertido hoy en Casa
Consistorial. En el se ubica la torre de los Nublos, alzándose
paralela a la torre de la iglesia, como símbolo del laico poder Civil;
es de planta cuadrada, coronada de almenas y consta de mazmorra con
acceso de trampilla. Entre la torre y la iglesia se encuentra la sala
que hoy se utiliza como Salón de Sesiones del Ayuntamiento. Los bellos
ventanales góticos ajimezados que se abren en el piso superior
configuran la imagen más significativa de la plaza. El edificio consta
de lonja con tres arcos ojivales y cubierta de recio maderaje que da
acceso al exterior del recinto. Frente a la iglesia la Casa de
Blinque, donde destaca el arco de sillería de medio punto, el cual
presenta en su dovela central el TAU, emblema de la Orden del Temple.
El escudo, con seis cuarteles coronados por Yelmo, se sitúa sobre la
puerta, pero no inmediatamente como es habitual, sino más distanciado.
La fachada está protegida por un singular pórtico apoyado en un pilar
cuadrangular, el cual, aunque fechado en 1.729, parece mucho más
antiguo; posiblemente entre románico y gótico. El lado este de la
plaza lo ocupa el Palacio Matutano-Daudén, cuya fachada se exhibe en
la calle Ondevilla. La sobriedad exterior no refleja la riqueza
interior, considerándose una joya la doble escalera monumental con
barandilla en celosía tan típica del Maestrazgo en las construcciones
señoriales del siglo XVIII. La última remodelación que ha sufrido la
ha convertido en Hospedería de Aragón, sin que por ello haya perdido
su talante señorial. Frente a la Hospedería, otra excelente mansión de
la familia de los Daudén, conocida como “Casa de las Notarias”,
destaca por su pureza estilística y sus proporciones. En la primera
planta se pueden observar tres ventanas ajimezadas con sus parteluces,
y en la planta baja, una ventana rectangular con espléndida reja
datada en 1.568, que cierra junto a ella la puerta de sillería con
magníficas dovelas. Saliendo de la fortificación medieval, y
continuando por la calle de San Pablo, nos topamos con los palacios
renacentistas de Aliaga y Guijarro, que junto a la iglesia mantienen
un equilibrado pulso. Llaman la atención estas dos casas Palacio
enfrentadas en esquinas con sus prominentes aleros, y destacan por sus
fachadas de mampostería y sillería vista. Abriendo la plaza en
dirección a la ermita, junto a la casa Guijarro, permanece el único
portal conservado de la muralla, el de San Pablo. Completan el
perímetro del primitivo recinto la Calle Raballa y la Calle Mayor.
En esta última, recta y con una perceptible pendiente, se encuentra la
artesanía textil Puig, último taller artesano de toda la Provincia de
Teruel. La calle Raballa, mucho más quebrada, ofrece numerosos puntos
de vista sobre las torres centrales del Conjunto Iglesia Ayuntamiento.
El tramo inferior es el de mayor interés, encontrándose en el nº 5 el
antiguo Ayuntamiento, con una ventana ajimezada del siglo XV,
convertida en balcón probablemente a principios de este siglo y con
planta baja que seguramente estuvo destinada a lonja. En este punto se
origina la bifurcación que da lugar a otra calle paralela en la que se
levanta la Casa Agramunt, considerada como el palacio barroco más
destacado de la población. Toda la monumentalidad del interior del
pueblo sirve de marco de referencia al viajero para insertarse en una
atmósfera de pasado grandioso que antaño marcó la vida cotidiana de la
Iglesuela del Cid.
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