Ganado vacuno de Cantabria

Ganado vacuno de Cantabria




El desarrollo intensivo en la región cantábrica, área cultural a la que pertenece Cantabria, no tiene más de una siglo de existencia, cuando, a finales del siglo XIX, se rotura el monte y se transforman las tierras de cultivo para crear las praderas, importándose nuevas razas de ganado vacuno provenientes de Holanda y Suiza. No obstante Cantabria poseía una rica tradición pastoril, existiendo en el país cinco variedades de razas vacunas: la tudanca, la campurriana, la lebaniega, la pasiega y la monchina.
Excepto los animales de tiro, el resto de la cabaña ganadera no es estabulada de manera habitual, a excepción de las peculiares técnicas de explotación del ganado que realizan los pasiegos, los cuales se rigen por pautas bien distintas sustentadas en el prado cercado y la cabaña pasiega, en torno a los que funcionan periodos de muda del ganado y la unidad familiar.
Durante el verano, las vacas subían a los puertos de altura, a brañas y branizas de propiedad comunal, juntándose las reses por pueblos o valles en un régimen de semilibertad bajo la vigilancia de pastores. Tanto estos como los sarrujanes vivían sobriamente en cabañas y chozos, con un ajuar elemental basado fundamentalmente en utensilios de madera como las zapitas y el jermosu. Llevaban un zurrón y se protegían la cabeza del frío mediante una cachucha o montera. Al pastor le acompañan uno o varios perros que llevaban carrancas para protegerse de los lobos.
Al comienzo del invierno se hacía bajar al ganado, entrado este en las tierras de labrantío para pastar lo rastrojos en la denominada derrota. Los animales pasaban la temporada rigurosa recogidos en invernales o en las cuadras de cada casa, si el propietario poseía pocas cabezas de ganado.
Esta trasterminancia suponían antiguamente el desplazamiento de una considerable cabaña, sobre todo para el ganado de las zonas costeras. Tanto la subida a los puertos, como la derrota de mieses, son aún ocasiones de importancia en la comunidad, teniendo lugar comportamientos festivos de carácter pastoril.
Las zonas de pasto comunales eran administradas por el concejo abierto de los pueblos, si bien muchas veces pesaban sobre ellas privilegios o costumbres a favor de otros pueblos, valles o monasterios que, desde tiempo inmemorial, conducían allí su ganado. Así, un caso especial lo constituían los prados concejo en la zona del Nansa, o los prados del toro en Campoo. En ellos se hecha a suertes a que vecinos les corresponde cada parte del prado en ese año, el cual siega la hierba y la baja al pueblo.
Ciertos comportamientos y costumbres sociales que aún persisten en la Cantabria ruralépocas prerromana y romana

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