Cámara | Canon EOS 7D |
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Exposición | 1.3 |
Aperture | f/22.0 |
Lente | 10 mm |
Velocidad ISO | 100 |
Tendencia de exposición | 0 EV |
INFO :www.ribadesella.com
La playa de Vega, en Ribadesella, es un enorme rincón agreste, para
deleite de los amantes de la naturaleza y de las playas casi vírgenes.
Por más afluencia que haya en época estival resulta difícil llenarla.
Es casi imposible no encontrar un espacio suficiente para uno mismo, o
para una cuadrilla entera, incluso hay sitio para sentirse un tanto
naúfrago por mucho playista que allí se concentre.Vemos las rocas que
emergen en la arena cuando se retira el agua, la espuma salvaje de
esta parte del Cantábrico, los minerales raros que se encuentran por
esta zona cargada de tradición minera. El espatoflúor de las
inmediaciones es único en Europa en composición y tonalidades. También
están las corrientes inusuales y opuestas del mar particular de Vega,
que muchos días hacen peligroso el baño y otras veces lo permiten para
disfrutar el doble. Bañarse en Vega es hacerlo en una de los recodos
del litoral asturiano más abiertos al mar. Se siente la fuerza de la
sal marina en alto grado. Una alternativa posible, si no hay baño, es
ponerse a caminar por sus dos kilómetros de inmensidad, y empacharnos
de arena y paisaje.
Si caminamos hacia la punta Oeste, hasta el final mismo, descubrimos
que a partir de allí la costa se vuelve escabrosa. En esa punta se
inicia uno de los dos pedrales de Vega, el que tiene un aspecto más
moreno y arisco, aparentemente estéril para otras vidas. El pedral del
margen oriental de la playa conecta sin embargo con una morfología más
conocida, acantilados bajos y playas de cantos rodados.
De regreso, caminamos pegados al acantilado arcilloso, tostado como el
café, cuyo origen datan los entendidos en el Jurásico, . Resulta que
hace millones de años hacía en Vega un calor sofocante. Todo lo
ocupaba una inmensa jungla de pantanos que formaban parte de un delta
infinito que alcanzaba la misma Castilla. Todo era llano, aún no se
conocían los modernos plegamientos, y los dinosaurios pisaban por
aquel inmenso fangal dejando rastros imborrables para un interés
futuro. Así que en Vega también se intuye el Jurásico y un pasado
remoto.
Como herencia de los antiguos pantanos, las corrientes de agua van y
vienen por la playa aún en bajamar. Si levantamos la vista mientras
caminamos descubrimos que aquello es lo más parecido a un desierto.
Eso sí, marítimo y de horizonte verde, con manantiales marinos que
resultan casi un espejismo. También figuran en este escenario dunas
espectaculares, con flora inhóspita y protegida, más propias de una
“película del oeste” que de una playa asturiana.
El entorno de la playa ha sido adecuado, una actuación de tinte
ecológico que llevó a cabo la Demarcación de Costas. Se puede pasear
por un sendero, con el mínimo artificio y de estética rústica, y
recorrer el paisaje dunar; existen también aparcamientos y vestuarios
aunque son instalaciones respetuosas con el medio. En el pueblo de
Vega también encontraremos servicios de hostelería con muy buen
servicio.
La carretera por la que salimos de Vega camino de la N-630 tampoco
tiene desperdicio. Pues circulamos a los pies del desfiladero de
Entrepeñas, una zona mágica de grandes agujas de roca apuntando al
cielo y unos perfiles extraños que ya han sido declarados Monumento
Natural. Si queremos pararnos un rato a contemplarlo tenemos a nuestra
disposición una pequeña área recreativa.
En el cruce con la nacional, un kilómetro más arriba, vemos frente a
nostros la Mina Ana, aún en funcionamiento. Un claro exponente de la
actividad relacionada con el espatoflúor que suscitaba y suscita
interés en varios puntos de Europa. De hecho los alemanes llevan
viniendo mucho tiempo a Vega, desde principios del siglo XX. En un
principio venían geólogos y aventureros en busca de minerales
preciosos en constitución. El espatoflúor llegó a dar lugar a una
pequeña vía comercial con Alemania desde Ribadesella. Hoy en día aún
se advierte la presencia de las “rulós” de los alemanes, que se
acercan a Vega en busca de naturaleza, calma y la tradición por los
minerales bellos que profesan sus padres y abuelos.
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