Playa de la Vega,Asturias

Playa de la Vega,Asturias


Cámara Canon EOS 7D
Exposición 0,067 sec (1/15)
Aperture f/5.6
Lente 10 mm
Velocidad ISO 100
Tendencia de exposición 0 EV



INFO :www.ribadesella.com
La playa de Vega, en Ribadesella, es un enorme rincón agreste, para deleite de los amantes de la naturaleza y de las playas casi vírgenes. Por más afluencia que haya en época estival resulta difícil llenarla. Es casi imposible no encontrar un espacio suficiente para uno mismo, o para una cuadrilla entera, incluso hay sitio para sentirse un tanto naúfrago por mucho playista que allí se concentre.Vemos las rocas que emergen en la arena cuando se retira el agua, la espuma salvaje de esta parte del Cantábrico, los minerales raros que se encuentran por esta zona cargada de tradición minera. El espatoflúor de las inmediaciones es único en Europa en composición y tonalidades. También están las corrientes inusuales y opuestas del mar particular de Vega, que muchos días hacen peligroso el baño y otras veces lo permiten para disfrutar el doble. Bañarse en Vega es hacerlo en una de los recodos del litoral asturiano más abiertos al mar. Se siente la fuerza de la sal marina en alto grado. Una alternativa posible, si no hay baño, es ponerse a caminar por sus dos kilómetros de inmensidad, y empacharnos de arena y paisaje.
Si caminamos hacia la punta Oeste, hasta el final mismo, descubrimos que a partir de allí la costa se vuelve escabrosa. En esa punta se inicia uno de los dos pedrales de Vega, el que tiene un aspecto más moreno y arisco, aparentemente estéril para otras vidas. El pedral del margen oriental de la playa conecta sin embargo con una morfología más conocida, acantilados bajos y playas de cantos rodados.
De regreso, caminamos pegados al acantilado arcilloso, tostado como el café, cuyo origen datan los entendidos en el Jurásico, . Resulta que hace millones de años hacía en Vega un calor sofocante. Todo lo ocupaba una inmensa jungla de pantanos que formaban parte de un delta infinito que alcanzaba la misma Castilla. Todo era llano, aún no se conocían los modernos plegamientos, y los dinosaurios pisaban por aquel inmenso fangal dejando rastros imborrables para un interés futuro. Así que en Vega también se intuye el Jurásico y un pasado remoto.
Como herencia de los antiguos pantanos, las corrientes de agua van y vienen por la playa aún en bajamar. Si levantamos la vista mientras caminamos descubrimos que aquello es lo más parecido a un desierto. Eso sí, marítimo y de horizonte verde, con manantiales marinos que
resultan casi un espejismo. También figuran en este escenario dunas espectaculares, con flora inhóspita y protegida, más propias de una “película del oeste” que de una playa asturiana.
El entorno de la playa ha sido adecuado, una actuación de tinte ecológico que llevó a cabo la Demarcación de Costas. Se puede pasear por un sendero, con el mínimo artificio y de estética rústica, y recorrer el paisaje dunar; existen también aparcamientos y vestuarios aunque son instalaciones respetuosas con el medio. En el pueblo de Vega también encontraremos servicios de hostelería con muy buen servicio.
La carretera por la que salimos de Vega camino de la N-630 tampoco tiene desperdicio. Pues circulamos a los pies del desfiladero de Entrepeñas, una zona mágica de grandes agujas de roca apuntando al cielo y unos perfiles extraños que ya han sido declarados Monumento Natural. Si queremos pararnos un rato a contemplarlo tenemos a nuestra disposición una pequeña área recreativa.
En el cruce con la nacional, un kilómetro más arriba, vemos frente a nostros la Mina Ana, aún en funcionamiento. Un claro exponente de la actividad relacionada con el espatoflúor que suscitaba y suscita interés en varios puntos de Europa. De hecho los alemanes llevan viniendo mucho tiempo a Vega, desde principios del siglo XX. En un principio venían geólogos y aventureros en busca de minerales preciosos en constitución. El espatoflúor llegó a dar lugar a una pequeña vía comercial con Alemania desde Ribadesella. Hoy en día aún se advierte la presencia de las “rulós” de los alemanes, que se acercan a Vega en busca de naturaleza, calma y la tradición por los minerales bellos que profesan sus padres y abuelos.

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